La frase “Jorge Zepeda Patterson, fundador y director de los periódicos Siglo 21 y Público…” escrita en la reseña del libro Los Corruptores que aparecía publicada en la revista Vanidades de diciembre de 2013, provocó que Yolanda Villafaña, esposa de Alfonso Dau Dau, decidiera redactar una carta dirigida al director editorial que, por recomendación de su esposo, nunca envió, pero que guarda celosamente entre sus pertenencias y que entre otras cosas, dice:
“En la prestigiosa revista a su cargo encontré la portada del libro Los Corruptores, de Jorge Zepeda Patterson, publicado por editorial Planeta. Deseo que hagan honor a la verdad y rectifiquen…nunca fue el fundador, sino empleado como director de Siglo 21…lo que quiero hacerles saber, es que él llevó al fracaso a Siglo 21, después de ocho años, llevándose a más de la mitad del equipo periodístico, amén del saqueo material y económico. Y les prometió a todo ese personal que serían dueños de ese nuevo periódico, que se llamó Público, el cual también lo abandonó y lo llevó al fracaso. Yo deseo que haga una síntesis de esta información y la verifiquen para que quede constancia de quién es Jorge Zepeda.”
La publicación de la carta seguramente habría abierto la posibilidad de que por primera vez llegara a la arena pública, aunque con un inicio discreto, la disputa detrás de uno de los proyectos periodísticos más ambiciosos de los años noventa en Guadalajara. Cuando nos encontramos con Alfonso Dau en su casa, ubicada cerca de la glorieta de la Minerva en Guadalajara, fumaba en un sillón frente a la mesa en donde se hicieron las primeras juntas de planeación de Siglo 21; estaba en calcetines, con tirantes, un pantalón de vestir perfectamente planchado; rodeado de periódicos arrugados, novedades literarias, bocetos originales de Siqueiros y libros antiquísimos. Le preguntamos por qué no existía hoy un proyecto como Siglo 21:
—Eso lo deben de contestar otros. Es el mejor periódico que ha tenido Jalisco. No había periódicos en ese tiempo y no hay periódicos hoy en Jalisco. Era un periódico responsable frente a la gente.

Alfonso Dau, con 60 años, sintió que se había preparado toda su vida para viajar aquella mañana de 1989 a Zamora, plantársele a Zepeda y decirle: “Estoy listo”. Jorge tardó en responder y al final contestó: “No sé, deme tiempo, me toma por sorpresa”. El carisma que muchos atribuyen a Alfonso Dau no surtió el efecto inmediato deseado y el empresario tuvo que ir a París para convencer a Jorge. Al empresario le brillaron los ojos cuando le dijo a Jorge que no quería pasar el resto de su vida abultando la chequera y Jorge, convencido, respondió: “Comencemos a adelgazarla”.
Mediante una carta de recomendación del filósofo e intelectual José Luis López Aranguren, Jorge Zepeda estuvo seis meses en el periódico español El País, con la idea de aprender cómo hacer un diario, absorbiendo técnicas y procesos de todas las áreas. En el inicio de 1990, Jorge Zepeda y Alfonso Dau se entrevistaron con Miguel Ángel Bastenier, subdirector y jefe de información del diario. Hablaron de su intención de hacer un periódico en Guadalajara y de colaborar para compartir contenidos o realizar intercambios entre sus equipos. Después de la reunión, Bastenier quedó tan entusiasmado con la idea, que aprovechó para presentarlos con los periodistas argentinos Tomás Eloy Martínez y Miguel Ángel Diez, que se encontraban en ese momento en España y que después se convertirían en partes fundamentales del proyecto. Para cerrar la primera etapa, Jorge Zepeda encargó en París el modelo gráfico del periódico a un equipo de diseñadores del despacho Rampazzo et associés, que en tres meses realizaron un prototipo. Mientras él estudiaba lo que sucedía detrás de un periódico en Madrid, Alfonso contrataba estudios de mercado, análisis de la publicidad y diagnósticos de la circulación de la prensa en Guadalajara. La maqueta de cómo se vería el periódico ya con fotos, notas, columnas y anuncios, tiene fecha del 5 de febrero de 1990. Entre mayo y junio de ese año, Jorge regresó a México.
En el archivo privado de Alfonso Dau existe una carpeta que contiene las estrategias de comercialización, el análisis de los medios locales, el perfil de los lectores, el diseño del periódico, los manuales de redacción, los convenios, los planteamientos editoriales y entre este mar de papeles, una anotación remarcada que dice: “¿Por qué un nuevo periódico en Guadalajara? un periódico para sus lectores, bien escrito y bien diseñado; un periódico inteligente; un periódico diferente; un periódico entretenido.”

Operativo discreción
El proyecto empresarial requería de un área administrativa que pudiera servir como contrapeso de la parte editorial. Jorge le sugirió a Alfonso considerar a su hermano Guillermo:
—Cada vez que usted me describe al administrador en que está pensando, se me ocurre recomendarle a mi hermano, porque ésas son sus características— le dijo.
Alfonso se comunicó con Guillermo:
—Oye, ¿por qué no te vienes a echar un café?— ya sentados en la cafetería, Alfonso le habló del proyecto a Guillermo, quien ya tenía conocimiento del tema. —Y fíjate que necesitamos a una persona como tú.
—No creo que a usted le convenga tener a dos hermanos en el mismo proyecto —respondió Guillermo.
—Eso yo lo evaluaría —dijo Alfonso—. La verdad es que me gusta la marca de la casa.
Es así como Guillermo fue invitado a trabajar en el proyecto como director administrativo. Mientras que un viejo compañero de Guillermo, Vicente Velázquez, amigo al que conoció en el edificio en el que ambos trabajaban en el Distrito Federal, fue también invitado al proyecto para ocupar el puesto de director comercial.
En los primeros meses de 1991, se trabajaba en el domicilio de Alfonso Dau. Entraba y salía gente por el pequeño pasillo que conduce a la biblioteca; se hacían citas para entrevistas; en la cocina no se daban abasto con el café, la botana, la fruta y todas las atenciones para los visitantes. Los periodistas argentinos Tomás Eloy Martínez y Miguel Ángel Diez se reunían en la biblioteca de Alfonso en Guadalajara. Entre una valiosa colección de libros se sentaban en una mesa redonda para hablar de renovar el periodismo nacional, cambiar paradigmas, y entre whiskies, soñar con hacer un periódico para la Guadalajara del siglo XXI. El tiempo transcurría y como no se había encontrado un edificio que reuniera las condiciones para montar los talleres de impresión, se decidió adoptar una oficina temporal en la calle Morelos, entre Fernando Celada y Mariano Azuela, a dos cuadras de la Minerva.
El proyecto periodístico ya contaba con una maqueta, un libro de estilo propio, un manual de diseño; habían hecho análisis financieros, estudios de mercado, proyectos de requerimientos tecnológicos, estrategias de comercialización y distribución, pero el gran reto era aterrizar todo aquéllo en una ciudad como Guadalajara. El contexto de los medios era un gran incentivo para mejorar, ya que la mayor parte de las personas que se dedicaban a la prensa estaban en la nómina del gobierno. Existía, según la académica Sallie Hughes, un modelo autoritario, porque las salas de redacción carecían de autonomía; es decir, se hacía un periodismo basado en los puntos de vista del régimen y se asignaba la cobertura de noticias hacia donde los miembros del sistema autoritario deseaban; no se exhibía lo que afectaba al partido oficial (PRI) o sus intereses. En 1990, los periodistas recibían una porción de su ingreso por la publicidad que pagaba la fuente de información que debían cubrir. Por ejemplo, si un reportero cubría las notas del Congreso del Estado, y el Congreso compraba publicidad en el diario, una parte de ese dinero le correspondía al reportero: era obvio que los reporteros trabajaban para complacer los intereses de la fuente.
Este círculo vicioso en el que se encontraba el periodismo local fue lo que los hizo tomar una decisión estratégica: “hacer un periódico sin periodistas”. Jorge Zepeda, apoyado por su hermano Guillermo, se acercó a dos académicos para encargarles la conformación del equipo: Pablo Arredondo, profesor e investigador de la Universidad de Guadalajara (UdeG), y Francisco Núñez, académico del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). Entre los alumnos del ITESO corría el rumor de que se abriría un nuevo periódico en Guadalajara y que estaban buscando nuevos perfiles. Los profesores echaban ojo a sus alumnos, algunos sin saber que ellos mismos estaban siendo reclutados. “Necesitábamos gente de talento y mucho entusiasmo”, escribió Zepeda Patterson, “universitarios de buena pluma, mente ágil y sana, y ánimo resuelto”.
Diferente a la situación de la prensa escrita, a principios de los noventa, en Guadalajara existía una buena tradición periodística en la radio. El periodismo que no se había subordinado a la autoridad estaba en Notisistema o en Radio Universidad de Guadalajara. La radio fue precursora del periodismo que les hablaba a los ciudadanos, y superaba con creces la calidad de la prensa escrita. Una joven que solía trabajar en Radio UDG, Alejandra Xanic von Bertrab, fue llamada para una entrevista de trabajo. Con gran esfuerzo, logró completar dinero para imprimir su trabajo fotográfico y se montó en un autobús de la ruta 622 para llegar a la entrevista con Zepeda y Tomás Eloy Martínez. Su actitud despistada le jugó una mala pasada que se convertiría en un golpe de suerte: bajó del autobús y olvidó en él sus fotografías. Llegó a la entrevista sin trabajo qué mostrar, pero con la oportunidad de convertirse en reportera en el nuevo diario.
Alejandra Xanic fue de las primeras en formar parte del equipo, junto con Rubén Martín, Carlos Millet y Pablo Arredondo. Todos los procesos de reclutamiento se hacían con la mayor secrecía posible. De los cientos de expedientes analizados y de las entrevistas que se hicieron, se terminó invitando a 60 personas, entre alumnos universitarios y profesores, para que antes de iniciar el proyecto formaran parte de un taller de periodismo que impartiría Tomás Eloy Martínez en la casa-oficina temporal de la Minerva. También se realizaron talleres de periodismo con gente como Miguel Ángel Diez y Ciro Gómez Leyva.
Entre los grupos de estudiantes y profesores reclutados, no había ningún periodista con experiencia. Ése fue tal vez el punto clave de la innovación periodística a la que le apostó Siglo 21: un modelo de periodismo identificado por ser intermediario entre grupos de poder y los ciudadanos. Promotor de la rendición de cuentas, el debate, la deliberación, así como de la comunicación abierta de las personas con su gobierno, y de la formación de periodistas.

Crisis número cero
Tomó mucho tiempo encontrar un edificio propicio para las instalaciones del diario. El espacio elegido se ubicaba en la avenida Washington 250-A, esquina con Chicago, en la colonia La Aurora de Guadalajara. El personal fue formalmente contratado el 15 de agosto de 1991 e inmediatamente después, la redacción comenzó a trabajar en un espacio en donde no había sillas, ni experiencia.
Diego Petersen, jefe de redacción que tenía experiencia dirigiendo un semanario independiente llamado Paréntesis, y Jorge Zepeda terminaron de conformar al equipo. Para complementar la falta de experiencia, se invitaron a periodistas con una gran trayectoria, como Sergio René de Dios, José Carlos Legaspi y Héctor Huerta.
La pretensión de tener listo el periódico el 15 de septiembre fue ilusoria. Además de la inexperiencia, existían dificultades financieras. Para evitar comprometer la línea editorial, se rechazaron propuestas de financiamiento que algunos grupos de poder ofrecían. El patrimonio personal de Alfonso Dau fue la única fuente de recursos. Entre el tiempo invertido en la conformación de una verdadera rutina periodística, la inexperiencia y el dinero gastado, la salida del periódico se fue postergando indefinidamente.
La nueva redacción comenzó a trabajar en un número cero, pero éste no salía. “Estuvimos tratando de sacar el periódico, primero una página, después, dos, cuatro. Trabajamos muchas más veces antes de sacar un número”, cuenta Francisco Núñez. La mayoría de los académicos tardaban días en escribir una nota. El primer número cero por fin salió con muchas dificultades el 28 de febrero de 1991. El número que “supuestamente ya iba a estar listo para salir, se terminó a las 11 de la mañana del día siguiente. El primer ejemplar que debería estar listo en la madrugada, nos tomó todo un día”, recuerda el académico y periodista Carlos Enrique Orozco.
Diego Petersen rememora: “yo me fui de viaje de bodas, regresé y cuando iba llegando a las nueve de la mañana al periódico, iba saliendo Pablo Arredondo con una cara…”.
—Llevo toda la noche aquí; hicimos dos páginas —dijo Pablo— ¡regrésate, cabrón!
—Tú vete a dormir y yo me encargo, a ver qué pasa.
Ante el clima de crisis que se iba apoderando de la redacción, llamaron a Tomás Eloy para pedirle ayuda: “La cosa no jala” le reclamaron, y tuvo que regresar a Guadalajara.
Diego recuerda ese día en la mesa de redacción:
—¿Cuál es tu diagnóstico? —preguntó Tomás.
—Éste es un pinche caos, pero sobre todo creo que es una cosa de pánico escénico, la gente está entrando en un rollo de temor y de fracaso. Esta chingadera no…
—¿Y si salimos ya?
—Salimos ya, o esto no va a salir; pero Jorge no quiere.
—Eso déjamelo a mí.
Tomás se fue en la noche y platicó con Jorge Zepeda; ambos estaban viviendo en el Hotel Laffayette, a media cuadra de avenida Chapultepec.
—Hay que salir, Jorge, el periódico tiene que salir ya.
—No, imagínate, ¿cómo vamos a salir así? Todavía no podemos hacerlo.
—El problema no es que no puedan hacerlo, el problema es que tienen miedo de hacer el periódico. Hay que salir ya.
Zepeda prometió pensarlo, y se retiró. A la mañana siguiente, el 7 de noviembre, Tomás Eloy esperaba frente al elevador. Al abrirse las puertas, se topó de frente con Jorge, quien le dijo: “va, mañana”.
Salir al día siguiente significaba anunciar en la redacción que el trabajo de ese día sería el material elegido para ser el primero en publicarse. Los dos, Jorge y Tomás, llegaron a las 11 de la mañana a la redacción y le avisaron al equipo: “Estamos listos para salir”. Una vez afuera, pensó estratégicamente Tomás, no había vuelta atrás: habría que hacerlo diario.
El día programado para salir, los reporteros que cubrían la sección de política local se desmoralizaron al enterarse que la nota principal sería que Enrique Dau Flores, primo de Alfonso Dau, había sido elegido candidato a la presidencia municipal de Guadalajara. A lo largo del año, con los rumores de que un nuevo diario aparecería en Guadalajara, se especulaba la posibilidad de que existiera un vínculo o una alianza entre el proyecto de Alfonso Dau y las aspiraciones políticas de su primo, lo que significaría un riesgo de desprestigio y una amenaza a la independencia del trabajo periodístico, aún antes de su salida.
La redacción se impuso y se decidió utilizar una foto y un titular que tuviera fuerza y mucho significado para el proyecto.

Desde hoy, Jalisco es diferente
El 8 de noviembre de 1991, la primera edición de Siglo 21 salió a la calle. El titular que escribió Tomás Eloy Martínez para la primera plana fue mítico para los directores y pretencioso para la redacción: “Desde hoy, Jalisco es diferente”. El texto estaba acompañado de una fotografía de José Hernández-Claire, que se llama El Guardián de la Minerva, donde una persona encargada de limpiar la fuente tiene una garrocha en la mano y una llanta (que probablemente sacó del monumento) bajo el brazo.
En la página dos de la primera edición, se presentaba el tema del día: “El nuevo diario Siglo 21, qué es y quiénes lo hacen”; en Vida Urbana: “Guadalajara exige más seguridad pública. Un empresario, un gerente, un ama de casa, un estudiante, una voceadora y un taxista coinciden en que la delincuencia es el primer enemigo de la ciudad”.
“Hace falta un conjunto de prácticas responsables, una cultura de la democracia y un esquema de pesos y contrapesos que permita la existencia de una sociedad civil firme y activa frente a los asuntos públicos. Nuestro esfuerzo cotidiano se encamina hacia esos fines”, se leía al interior de sus páginas.
También definieron públicamente sus compromisos con la democracia, objetividad, el gusto, la transparencia y el servicio. Entendían el diario como un instrumento público de servicio y encuentro: un espacio de todos. Declararon que ventilarían los asuntos internos del diario, la línea editorial y sus vicisitudes.
El director era Jorge Zepeda; los subdirectores, Pablo Arredondo y Francisco Núñez; la edición de arte estaba a cargo de Peggy Espinosa y de José Hernández-Claire.

“Ese será el plan de ruta. Desconocemos el punto de llegada”
Guadalajara nunca había tenido un periódico con esas características: un tabloide que privilegiaba la información local y pusiera en el centro a las personas. El tabloide es un formato más accesible para la lectura en un contexto urbano donde es importante la practicidad y la comodidad. En México el tabloide, que es de menor tamaño al formato sábana característico de El Informador o el New York Times, era utilizado sólo por los diarios de nota roja. “No se puede hacer periodismo en un tabloide”, “¿tabloide? qué estupidez”, eran algunos comentarios de lectores. Siglo 21 tenía un mercado meta de personas de 20 a 35 años, universitarios o jóvenes profesionistas de nivel económico medio en adelante. Hoy, Siglo 21 es identificado como un periódico que no sólo ganó lectores, sino que los hizo. Logró que los universitarios que no eran lectores de diarios se acercaran al periodismo.
La inclusión de distintos géneros informativos como las crónicas, entrevistas, elementos narrativos, columnas de opinión de personajes relevantes y en general, un trabajo que reflejaba un esfuerzo por renovar el formato del periodismo local. Mucha de la innovación consistía en dejar de lado la foto oficial, la declaración del político, o hacer una cobertura de los partidos políticos de oposición para diferenciarse del resto de la prensa local. Los errores de un equipo inexperto eran comunes, pero a pesar de ello, el ímpetu de compromiso con un periodismo enfocado en los intereses de las personas y no de la clase política, marcó la diferencia frente a la competencia. El proyecto editorial también le daba prioridad a la imagen, creando un lugar muy valioso de exposición creativa. Para evitar las malas prácticas del periodismo local, mediante el cual los reporteros recibían dinero del gobierno, se estableció un salario mínimo profesional a manera de blindaje. Los reporteros y editores mejor pagados de Guadalajara estaban en Siglo 21. Ésa fue otra innovación que introdujo Siglo 21 y que hoy es una rareza en el periodismo de Jalisco

Eran parte de sus aspiraciones ser un periódico nacional hecho en Guadalajara. Por esto, se incluyeron columnas de opinión de personajes como Jean Meyer, Miguel Ángel Granados Chapa, Carlos Monsiváis, Germán Dehesa, Jorge Castañeda, Enrique Krauze, Sergio Aguayo, Miguel Ángel Bastenier, Gabriel Zaid, Mijaíl Gorbachov, Federico Reyes Heroles, Tomás Eloy Martínez y Raymundo Riva Palacio.
Los suplementos fueron otro de los grandes aciertos. Mientras la oferta de suplementos culturales del resto de los periódicos seguían publicando recetas de cocina y rememorando la Guadalajara de antes, en el suplemento cultural Tentaciones de Siglo 21, se hacían reseñas, críticas de teatro, de cine; se hacía un esfuerzo por reinterpretar la ciudad, pero sobre todo, era una apuesta por cambiar el mapa mental de los lectores.

A punto del colapso
“Siglo 21 era el proyecto editorial más bonito y más alucinante que te puedas imaginar, era maravilloso, cabrón… nomás que a los pocos meses ya no había pa’ pagar los sueldos”, cuenta el periodista Pedro Mellado.
Sergio René de Dios recuerda que “a los tres o cuatro meses, el periódico estuvo a punto de cerrar. No había llegado un crédito de Bancomer. Zepeda nos convocó y nos dijo que el proyecto se sostenía gracias a que estábamos ahí, pero la realidad es que no nos estaban pagando”.
Jorge les dijo que quienes desearan irse, podían hacerlo. Algunos salieron, pero la mayoría decidió seguir. El equipo de Siglo 21 se apropió muy pronto del proyecto y algunos de los más jóvenes trabajaban hasta 15 horas diarias.
“Había mucho de amateur, en el mejor sentido de la palabra; amateur, etimológicamente, tiene que ver con ‘amante de’, se hacía mucho por amor”, recuerda Luis Miguel González, hoy director del periódico El Economista, pero en ese tiempo, editor del tema del día y de economía en Siglo 21.
A pesar del compromiso del equipo, en los primeros meses las ventas eran bajas y las dificultades financieras asfixiaban al proyecto. No se vendían más de 3 mil ejemplares y la venta de publicidad no alcanzaba para cubrir las necesidades. Jorge viajó a México para buscar contactos.
Sin sueldos ni aguinaldos y con Jorge fuera de la ciudad, la gente paró:
—Alfonso me prometió que iba a pagar los sueldos —justificaba Jorge—. Les encargo que controlen la situación, mañana regreso yo. Ya veremos qué hacer.
Francisco Núñez, subdirector durante la primera etapa del periódico, reunió a toda la redacción y les dijo:
—¿Quién está enojado?
Al unísono le respondieron: —¡Yo…!
—Saben qué, vamos cerrando temprano para irnos a nuestras casas.
La redacción trabajó enojada pero el periódico se terminó más temprano que nunca. El proyecto desde un inicio se dividió entre el poder de la redacción y el poder del dueño: Zepeda Patterson era un medio para las dos partes.
A su regreso, Jorge les explicó a sus colaboradores más cercanos que la razón de la dificultad económica se debía a que el crédito de Bancomer no había sido otorgado aún. Ante la urgencia de la situación, Jorge decidió escribir un editorial de despedida que grabó en un disquete y se lo guardó en la bolsa. “Trajo el editorial de despedida durante un mes en la bolsa del saco”, cuenta Diego Petersen.
El préstamo millonario de Bancomer llegó a inicios de 1992, pero la venta de publicidad seguía siendo baja. La situación era tan mala que con la intención de atraer nuevos anunciantes se enviaba a un joven a esperar afuera de las oficinas de El Informador para que tratara de convencer a los anunciantes que eran rechazados.

¡Explotó!
El proyecto había iniciado con muchas dificultades y parecía no encontrar su rumbo. Sin embargo, el 22 de abril de 1992 cambió la historia de la ciudad, el futuro de Siglo 21 y el de algunos de sus colaboradores. “El periódico difícilmente hubiera sobrevivido sin una circunstancia como ésa, el periódico necesitaba mostrarse a plenitud”, recalca Salvador Camarena.
El día martes 21 de abril, Manuel Baeza, quien era jefe de cierre, se dirigió por la tarde a la redacción. Mientras conducía, escuchó en la radio un reporte en vivo desde la calle Gante, en el oriente de la ciudad. Vecinos de la zona denunciaban un fuerte hedor a gasolina y había preocupación. Desde las 16:30 horas de aquel martes, funcionarios de Pemex detectaron en la esquina de las calles Gante y 20 de Noviembre un punto de 100 por ciento de peligrosidad. Manuel llegó a la redacción preguntando quién traía la nota de Gante. Mientras que todos clavaron la mirada en sus teclados, Alejandra Xanic, joven reportera, alzó la mano y se apuntó para hacer la nota.
“Xanic me había pedido platicar porque quería renunciar —recuerda Diego Petersen con una sonrisa— le dije ‘vámonos en mi coche y platicamos en el camino’. Nos fuimos con Angélica (Jurado), fotógrafa que tenía tres días en el periódico”.
Xanic recuerda haber reporteado desde un teléfono público. En la redacción se hizo un mapa de la zona afectada por el hedor a gasolina, y se publicó junto a la nota al día siguiente. El mapa era increíblemente parecido a la zona que explotaría horas después. José Adán Ávalos, trabajador de Pemex, declaró que a las 23:30 horas del martes se sabía ya de la fuga de gasolina. La nota B (ubicada en portada abajo a la izquierda), del miércoles 22 de abril de 1992 llevaba por título: “Alarma por fuga de solventes en el centro”.
“En la mañana del martes, los vecinos reportaron que desde la madrugada salía ‘humo’ y un olor a gasolina de las alcantarillas de sus casas”, escribió Alejandra Xanic, quien al año siguiente recibiría el Premio Nacional de Periodismo por la cobertura de las explosiones. El secretario de Desarrollo Urbano y Rural, Aristeo Mejía Durán, declaró que a las 9:00 horas del 22 de abril le avisó al gobernador Guillermo Cosío Vidaurri de la gravedad de la situación.
El colector de desagües por el que corría la gasolina explotó en Analco, una popular colonia de Guadalajara. Las cifras oficiales señalan que la serie de explosiones inició a las 10:09 horas, y que ocho kilómetros de calles y casas fueron destruidas; murieron 206 personas. La información extraoficial señala que fueron al menos 12 kilómetros de explosiones, y según el registro de Cáritas, fueron más de 800 muertos o desaparecidos contados al 4 de mayo de 1992.

Tras observar la catástrofe, en la redacción de Siglo 21 decidieron elaborar una edición especial para esa misma tarde; un periódico vespertino que salió a la calle a las tres de la tarde con el titular “¡Explotó!” en portada. La nota principal indicaba que “más de 12 kilómetros del sector Reforma de la ciudad se convirtieron en zona de desastre y de tragedia para miles de tapatíos que sufrieron las consecuencias de una macro explosión”.
“No tenía nada asignado, me levanté tarde, y escuché que había explotado. Me dijeron ‘lánzate al lugar’. Cuando iba llegando, todo el mundo comenzó a correr porque había fugas de gas, tanques estacionarios y cilindros. Los policías gritaban ‘corran, corran’, estaba acordonado”, recuerda el periodista Ignacio Pérez Vega.
En la edición especial no hay ninguna nota de Alejandra Xanic, quien después de cubrir hasta la madrugada del día anterior, tenía el encargo de continuar con la cobertura. Diego Petersen cuenta: “el papá de Xanic fue y se sentó en mi oficina a esperarla. No había celulares, no hablaba, nadie la había visto, preguntaba por ella y nadie sabía nada…”. Aquella mañana, Xanic había ido al Palacio de Gobierno a buscar un boletín cuando escuchó a algunas personas que gritaban ‘explosión, explosión’ y se fue corriendo hasta la zona. Al llegar, lo primero que vio fue un autobús lleno de cuerpos en un gran cráter de donde salía un hombre con joyas en las manos. Regresó a la redacción ya entrada la tarde.
“El mismo 22 de abril, al oscurecer, recibimos una llamada dando noticia de la presencia de máquinas que empezaban a recoger los escombros, y posiblemente todavía había cadáveres o personas atrapadas”, recuerda Pérez Vega.
“Lo primero que vio fue un microbús con cuerpos en un gran cráter de donde salía un hombre con joyas en las manos”.
El Occidental también tuvo noticia de las quejas de los vecinos, pero ninguno de sus reporteros le dio demasiada importancia. Paradójicamente, las explosiones alcanzaron la puerta principal del diario.

Un día después, la redacción de Siglo 21 era un auténtico centro de prensa internacional. La relevancia de la tragedia atrajo la atención de los principales medios y agencias periodísticas del mundo. Entre los corresponsales extranjeros se corría la voz. Las notas generadas por Siglo 21 aparecieron en medios nacionales e internacionales, y a partir de ahí, el periódico creció como espuma.
Alfonso Dau tenía el acuerdo con Jorge Zepeda de no intervenir en ningún aspecto de la línea editorial del periódico. El recién nombrado alcalde de Guadalajara, Enrique Dau, primo de Alfonso, fue señalado como parte de los responsables en el accidente de las explosiones. En una muestra de respeto por el acuerdo, Alfonso, como dueño y presidente del diario, no hizo intervención alguna para acallar a sus reporteros o suavizar las notas. Resistió la presión política de los círculos priístas y los chantajes familiares que le pedían protección para su primo.
Los problemas de circulación que tuvieron en un principio se fueron solucionando conforme el periódico hacía una cobertura amplia, independiente y profesional de la desgracia. Informando a los ciudadanos desde distintos ángulos, el equipo creció y mostró de lo que era capaz.
Siglo 21 fue un éxito. En un contexto donde los periódicos reproducían las declaraciones del gobierno, la tragedia del 22 de abril abrió la posibilidad de que un equipo de periodistas ganaran legitimidad frente a la ciudad, frente al dueño y frente a la prensa internacional. Las ventas que no rebasaban los 5 mil ejemplares antes de abril, aumentaron a 22 mil y llegaron hasta los 29 mil en 1994.

Ni tan excelente, ni tan negocio
Para mediados de 1994, Siglo 21 se había convertido en un generador de utilidades tan efectivo, que las dificultades financieras ya no eran parte de la preocupación. Cada trimestre había que desembolsar el pago del crédito, pero el rotativo generaba dinero suficiente para cubrirlo. A pesar del buen estado financiero, la relación entre el director Jorge Zepeda y el dueño Alfonso Dau, comenzaba a deteriorarse. El repentino éxito empresarial de Dau, así como el acierto editorial de Zepeda, provocan distintas reacciones en cada uno.
“Detrás de cualquier periódico, hay un proyecto político”, señala José María Muriá.
Alfonso Dau había estado muy relacionado con la campaña presidencial de Luis Donaldo Colosio, y se rumoraba que Dau buscaba la gubernatura de Jalisco. Después del asesinato de Colosio, el 23 de marzo de 1994, las aspiraciones reales o ficticias del dueño del diario se derrumbaron. Hay dos versiones que sugieren que hubo un encuentro entre Ernesto Zedillo y Alfonso Dau: una versión apunta a que Zedillo le solicitó apoyo económico para su candidatura, el cual fue negado; la otra, que Dau le pidió dinero a Zedillo para que Siglo 21 apoyara su candidatura.
Alfonso Dau se sentía poderoso, su proyecto tenía un importante arrastre y en algunos círculos se le escuchó decir:
—Si no pude ser gobernador, Siglo 21 va a poner gobernadores.
Alfonso entendió que su poder se había acrecentado junto al prestigio de su diario. El poder se le presentaba de distintas maneras, desde la capacidad de establecer negociaciones en términos económicos con el banco, hasta la posibilidad de extender los plazos de pago de responsabilidades patronales. Sin embargo, el poder que había adquirido el periódico emanaba de la redacción que estaba a cargo de Jorge Zepeda Patterson. La gran contradicción de Alfonso Dau fue que entre más exitoso se volvía su proyecto, mayores eran sus límites de acción. El poder estaba en la redacción, y él muy lejos de ella.
Los desencuentros entre Dau y Zepeda se fueron acrecentando.
Años atrás Alfonso Dau había iniciado el arreglo de las tierras vírgenes de su propiedad para construir un edificio de departamentos en Puerto Vallarta. Lo que hizo poco después junto a cuatro socios. La venta de los departamentos, tras la crisis de diciembre de 1994, fue muy complicada, y se decidió rentar los departamentos como suites. Tiempo después fueron convertidos en un hotel, algo para lo que se necesitó una gran inversión.
Jorge Zepeda dijo que “hubo un desvío de fondos hacia otros negocios personales: Dau tenía otras prioridades, como sus negocios inmobiliarios en Puerto Vallarta.” Guillermo Zepeda señala que Alfonso solía obtener dinero del hermano mayor (Siglo 21), para inyectarle recursos al hermano menor (el proyecto hotelero en Puerto Vallarta).
Ernesto Zedillo visitó Guadalajara en agosto de 1996. Pidió entrevistarse con Jorge Zepeda, pero evitando la presencia de Alfonso Dau. “Eso molestó muchísimo a Dau, sentía que el crédito del proyecto había escapado de sus manos”, declaró Jorge Zepeda.
Según Zepeda, Dau pretendió inmiscuirse en la línea editorial del periódico para imponer sus criterios. El acuerdo que tenían dejaba a Dau fuera del trabajo editorial, pero señalaba que Zepeda dejaría en el dueño el trabajo de representación política del diario.

Un dueño que quería ser director y un director que quería ser dueño
Guillermo Zepeda, hermano de Jorge, era el encargado de los salarios, los pagos de luz y de teléfono, el aire acondicionado, la seguridad, los créditos y de que la contabilidad estuviera en orden. Desde el segundo semestre de 1996, identificó que el pago trimestral del crédito con Bancomer se había dejado de pagar. También se dejaron de pagar las obligaciones patronales como las del IMSS (seguro médico), el Infonavit (apoyo para la vivienda) y el SAR (Ahorros para el retiro).
En las reuniones nocturnas de los miércoles en el restaurante Recoveco entre el director general, Jorge Zepeda; el director administrativo, Guillermo Zepeda; el director comercial, Vicente Velázquez; y el director de redacción, Diego Petersen, las quejas eran reiteradas y se empezaba a sugerir la posibilidad de crear un nuevo periódico.
Después de que la idea de iniciar un nuevo proyecto periodístico se empezó a convertir en una posibilidad real, se comenzó a trabajar con la misma discreción con la que se planeó Siglo 21. Había en las reuniones de planeación un espíritu de incertidumbre, pero también de entusiasmo. Por fin, en abril de 1997, los directivos de Siglo 21 reunieron a un grupo de inversionistas para comprar una rotativa. La ruptura era inminente y la conjura avanzaba. Después de que las negociaciones de pago con Bancomer no fueron exitosas, el miércoles 30 de abril de 1997 se dio el quiebre final entre Dau y Zepeda. Jorge Zepeda abandonó el proyecto y se dedicó a buscar financiamiento para su nuevo emprendimiento. Mientras tanto, en la redacción, directivos, editores y algunos reporteros fueron preparando el proceso de transición que debía consistir en la trasferencia íntegra del método y equipo de trabajo.
Alfonso Dau mantuvo en el área administrativa a Guillermo Zepeda, en lo comercial a Vicente Velázquez, y Diego Petersen pasó a ser subdirector por quince días, para después ocupar, de nuevo, el puesto de jefe de redacción. Mientras que el plan para dar los detalles de cuándo y cómo iniciaría el nuevo periódico avanzaba, se decidió hacer filtraciones escalonadas de los editores hacia los reporteros.
Entre mayo y agosto de 1997, se hizo toda la planeación de la estructura, nombre, financiamientos, y del desalojo que harían editores, reporteros y otros empleados de las instalaciones de Siglo 21. Se hicieron entrevistas privadas y reuniones en casa de los directivos. El rumor avanzaba en la redacción, aunque el proceso se llevaba de manera muy discreta. Junto con Jorge Zepeda cerraron filas periodistas, funcionarios administrativos, operarios técnicos, encargados de la limpieza y muchos otros empleados. El perfil y las necesidades de los editores y periodistas no eran los mismos que cuando inicio el periódico. Muchos se habían casado y tenían hijos. La apuesta por un proyecto independiente era un gran riesgo para su estabilidad económica, aunque la mayoría optó por el poder de la información sobre el poder del dinero. Lo cierto es que en los dos proyectos, ninguno de esos valores permaneció. En el futuro, los costos de la separación serían absorbidos por ambas partes.
El sábado 9 de agosto fue el último día en el que apareció en el directorio Diego Petersen y su hermano Luis como miembros de Siglo 21. Hay muchas versiones sobre lo que ocurrió el domingo 10 de agosto de 1997. La certeza es que para 210 personas, es decir el 90 % de los empleados, aquél fue el último día de trabajo. Al otro día, Guillermo Zepeda se acercó a Alfonso Dau y le dijo: “aquí está la renuncia de todos sus empleados, incluyéndome a mí”.
La redacción amaneció semivacía y algunos todavía tardaron algunas horas en reparar que había un acuerdo para dejar Siglo 21 ese día. Para Alfonso Dau, la noticia fue desastrosa. Después de la renuncia de Zepeda, pensó en la necesidad de reorganizar o ajustar algunos detalles, pero nunca habría imaginado lo que sucedió y lo que estaba por suceder. En medio de la crisis, llamó a quien pudo. Amigos y compañeros universitarios de sus hijos acudieron a sacar adelante el periódico. Frente a sus ojos, se desmoronaba el proyecto de su vida.
El lunes 11 de agosto de 1997 apareció la última edición de Siglo 21 con la redacción completa. Las 60 páginas no dejaban ver aún la debacle que amenazaba al proyecto. En el edificio de Washington todavía había algunos empleados que a lo largo del día fueron abandonando las oficinas. José María Muriá, presidente del Colegio de Jalisco en ese entonces, llegó a medio día para encargarse de sacar adelante el periódico. Con los pocos periodistas que se quedaron, y algunos miembros del Colegio de Jalisco, dieron continuidad a la publicación con enormes dificultades.
En la redacción de Siglo 21 había un Centro de Documentación que servía como archivo y que permitía a los periodistas documentar sus notas y reportajes. El lunes 11 el archivo que hasta el mediodía estaba en perfectas condiciones, fue encontrado saqueado y regado por el suelo. Parte de la documentación fotográfica desapareció. La información de las agencias nacionales e internacionales que llegaba por fax no llegó porque la red informática fue “saboteada”. Las notas que se hicieron ese día, se escribieron a partir de lo que los noticieros narraban por televisión, y otras se parafraseaban y se publicaban con titulares distintos.

A las 9 de la mañana, la edición del martes 12 de agosto de Siglo 21 no estaba aún en las calles de Guadalajara. En la madrugada de ese día, la rotativa que imprimía el periódico presentó fallas mecánicas, que algunos atribuyeron a actos premeditados, y fue imposible terminar el trabajo. La imprenta de El Informador se encargó de las impresiones de aquella edición y paradójicamente, Siglo 21 se alejaba cada vez más del espacio físico y mental de donde había surgido.
Al mediodía del martes 12, con 28 páginas atiborradas de anuncios, empezó a circular el periódico. En la tercera página había una inserción que decía: “Siglo 21 afrontó un fuerte problema cuando un grupo numeroso de colaboradores calificados abandonó la empresa de manera sorpresiva y orquestada, con el propósito de hundirlo”. En otra página había un anuncio solicitando: “editores, sub-editores, reporteros, redactores, infografistas, asistentes de sección, paginadores, correctores, escaneadores, fotógrafos y personal de soporte de informática”. En los siguientes números, las fotografías y los cartones se llegaban a repetir en una misma edición. En la sección en donde aparecían los nombres y puestos de los responsables de la edición, después de la palabra editores, aparecía un espacio vacío. Un lector envió un mensaje que se publicó en la sección ‘correo de voz’ que decía: “con preocupación he observado los desconcertantes comentarios y rumores sobre un anunciado cierre, clausura, quiebra o desaparición de Siglo 21. Le pido [al director] aclare la verdad y acabe con las falsas suposiciones”.
Después de esos días de crisis, Siglo 21 se estabilizó pero terminó su camino con muchos problemas. Un año y cuatro meses después, surgió una huelga de trabajadores. “[Alfonso] trajo gente de un sindicato que hizo estallar una huelga cuando los empleados no la habían convocado. Los que nos fuimos de Siglo 21 tanto en la primera como la segunda generación, salimos raspados”, dice Antonio Ortuño, quien entró a colaborar a Siglo 21 tras la masiva salida en agosto de 1997 y trabajó hasta el cierre del diario.
En una demanda, consta que 212 empleados de Alda Editores, S.A. de C.V. (nombre empresarial de Siglo 21), denunciaron a Alfonso Dau por no hacer frente a sus compromisos laborales, y exigían salarios caídos, liquidaciones e indemnizaciones.
La última edición de Siglo 21 se publicó el viernes 18 de diciembre de 1998.

Público
El 8 de septiembre de 1997 apareció Público, el periódico que, con algunos cambios y la mayoría de los colaboradores de Siglo 21, apostaba por replicar la dinámica informativa y la frescura que había logrado imprimir ese periódico. La portada de su primera edición no tuvo la fuerza de la de Siglo 21. El titular “El PRI no halla salida para Roque” y una foto sobre el concierto de despedida del grupo Bronco, no ofrecía mucho más de lo que para esa época ya se veía en las calles. Los tiempos habían cambiado y la portada fallaba en innovar. Siglo 21 nunca se volvería a repetir.
Público se hizo con la intención de tener un periódico verdaderamente independiente, en el que todos tuvieran una participación accionaria. La estructura de la empresa era algo muy distinto a la mayoría de medios en el país y fue tal vez su mayor innovación. El 52% de las acciones eran para los antiguos miembros de Siglo 21, dividido a su vez en dos: 28 para los cuatro directivos (Jorge [8.5], Guillermo [6.5], Vicente [6.5] y Diego [6.5]) y 24 para el resto de los 151 colaboradores. Otro 24% estaba en manos de 30 jóvenes ejecutivos y empresarios. Mientras que el 24% restante pretendía venderse a un grupo editorial extranjero.
Conseguir capital extranjero significaba blindar el proyecto contra intereses políticos y económicos, es decir, garantizar la independencia del medio. A pesar de que Jorge Zepeda recibió ofertas de empresarios tapatíos que querían invertir en su idea, éstas fueron rechazadas porque les pareció riesgoso caer en el mismo error que había incurrido con Dau en Siglo 21: perder poder.

En un reportaje de la revista Expansión sobre el periódico Público, en noviembre de 1997, el autor lanzaba la pregunta: “¿son los primeros pasos de un emporio que pueda darle la batalla a los imperios como El Norte y Multimedios Estrellas de Oro?”.
Público no logró colocar el 24% de sus acciones en una empresa editorial extranjera. Los corporativos a los que se les ofreció la asociación, como el español Grupo Z, o el Dallas Morning News, no estaban interesados.
El periódico local El Informador, de la familia Álvarez del Castillo, había propuesto comprar la mitad del periódico, pero su oferta fue rechazada. Un día se apareció un desconocido quien dijo ser representante del Grupo Multimedios Estrellas de Oro de Monterrey, un grupo cuyo nombre era desconocido, pero no su revista: Milenio Semanal. El corporativo estaba interesado en comprar el 66 por ciento del rotativo, su oferta también fue despreciada.
La alarma se activó en Público a principios de 1998, cuando Grupo Reforma anunció que abriría un nuevo diario en Guadalajara. Mural, periódico de la cadena regiomontana Grupo Reforma, dueña del periódico Reforma en D.F. y El Norte en Monterrey, llegaba con una inversión de 18 millones de dólares que contrastaba con el millón que se había invertido en Público y significaba una evidente amenaza.
Los directivos de Público sabían que tenían que conseguir un socio, necesitaban fortalecer su equipo. Decidieron vender una participación accionaria mayor a la acordada: en agosto de 1998 vendieron el 66 por ciento de las acciones a Grupo Multimedios. El proyecto perdía independencia, pero la transacción era justificada como una “alianza estratégica con el propósito de impulsar el crecimiento a gran escala”, como se leía en una carta publicada el día de la compra.
El crecimiento de Público a gran escala, mencionado en la carta, fue desmentido por la compra que hizo Milenio de las acciones del fideicomiso de los trabajadores [37%] dejando sólo las participaciones de Jorge y Diego, en diciembre de 1998. Para esas fechas, Jorge Zepeda dejó Guadalajara y se fue a vivir a la Ciudad de México, atraído por la oferta que le hizo El Universal para ocupar la subdirección.
El fin de una época
Público fue adquirido por Milenio en diciembre de 1998, mismo mes y año en que desapareció Siglo 21. La adquisición de Público significó el fin de un breve periodo atípico para Jalisco en muchos sentidos, pero específicamente en la apuesta que un empresario local hizo por una inversión de alto riesgo económico. El cierre de Siglo 21 marcó el fin del emprendurismo de empresarios locales en proyectos periodísticos y marcó el inicio de una serie de inversiones de empresarios de otras regiones que, hasta la fecha, siguen generando la mayoría de los productos editoriales en Guadalajara.
“La experiencia de Siglo 21 fue fugaz, y lo fugaz suele ser muy llamativo, pero luego tiene que pasar tiempo para sopesar las consecuencias”, opina el académico Pablo Arredondo, quien participó en la primera etapa de Siglo 21.
El gran legado de Siglo 21 fue confrontar dos clases: la empresarial y la periodística. El proyecto tuvo dos grandes aciertos. Por una parte la consolidación, ideada por Jorge, de una escuela de periodistas con perfiles ajenos a la dinámica informativa de aquella época. Por otra, la apuesta de Alfonso Dau de impulsar económica e intelectualmente un periódico para la ciudad. El acuerdo entre Dau y Zepeda para no entrometerse en labores empresariales o periodísticas funcionó muy bien en la primera etapa del periódico y fue lo que permitió que se convirtiera en un gran ensayo donde muchos jóvenes sin experiencia periodística mostraran mucha audacia.
La prensa en Jalisco hoy vive un retroceso. Algunos de los hábitos y costumbres que prevalecían antes de la aparición de Siglo 21 permanecen: el periodismo de declaraciones, la autocensura y sobre todo, la falta de medios que confronten la dinámica informativa.
“Los periódicos han dejado de contarle a la gente lo que le pasa a la gente, para contarles lo que le pasa a los políticos. Se ha perdido la parte didáctica, falta investigación, falta diversidad de géneros”, asegura el periodista Juan Carlos Núñez.
“La única prensa que se parece a la europea [en Iberoamérica] es la de Buenos Aires. Técnicamente, en construcción del diario y lenguaje periodístico, la prensa latinoamericana tiene aún camino por recorrer”, opina el periodista Miguel Ángel Bastenier.
Desde que Siglo 21 concluyó sus operaciones, la familia Dau no ha dejado de pagar la renta de una bodega en algún lugar de Guadalajara en donde permanecen como elefantes disecados, las rotativas de Siglo 21, esperando, según Alfonso, una mejor oportunidad para volver a empezar.
Antes de despedirnos de Alfonso Dau, luego de la entrevista que le hicimos, nos dijo:
—Lo que pasó es que nos derrumbamos mi mujer y yo después del engaño de Zepeda. Nosotros no teníamos necesidad del periódico para tener dinero, siempre hemos tenido dinero. Lo que queríamos era cambiar la voluntad del periodismo, para que sea un periodismo que conduzca a la sociedad civil al cambio. Y había un gran entusiasmo con el proyecto. En las universidades, los muchachos leían el periódico; en el avión y en la calle, todo el mundo traía su periódico bajo el brazo, uno decía ‘esto no sucedía antes’.
No ha sucedido después.
La pregunta que Gabriel García Márquez lanzó a través de una carta que apareció en el primer número de Público sigue vigente: “Hace medio siglo, cuando empecé a escribir, el periodismo era una ética para difundir, interpretar y enaltecer la vida real. ¿Hoy qué es y qué debiera ser?”.